Museo Chileno de Arte Precolombino

Arte > Piezas selectas

  • El Sacrificador

    El Sacrificador es un personaje que lleva un hacha en una mano y una cabeza cortada en la otra. La imagen de este personaje andino aparece representada en decenas de objetos de madera y hueso, en piezas textiles y en el arte rupestre del norte de Chile.
    La interpretación más clásica es que las cabezas eran ritualmente cortadas a los enemigos como trofeos de combate. Una interpretación alternativa es que obedecían a la creencia de que los muertos “vigilan” los campos de cultivos y aseguran buenas cosechas. Ciertas partes del cuerpo humano eran cortadas y plantadas en la tierra, de modo similar a como los agricultores cortan las “cabezas” de las papas y las plantan para que surjan nuevos brotes. En otras palabras, se utilizaba a los muertos por sus poderes para renovar la vida, pero no sólo la vida de los cultivos, sino de la comunidad entera.
  • Un arte para verlo de cerca

    Las piezas más bellas e interesantes de los equipos para inhalar sustancias psicoactivas de San Pedro de Atacama fueron hechas en madera o hueso. Mediante el uso exclusivo o combinado de la incisión y el tallado, los artesanos crearon tabletas, tubos, morteritos y cucharillas con finas representaciones bidimensionales, en bajorrelieve y tridimensionales. A veces, ciertos detalles fueron acentuados por medio de la incrustación de pequeños fragmentos de conchas, piedras semipreciosas y oro, los que eran adheridos a la superficie del artefacto con resinas vegetales.
    Rara vez el tamaño de estos artefactos supera los 20 centímetros de largo. Se trata, por lo tanto, de objetos pequeños y portátiles, con motivos tan diminutos, que muchas veces obligan a fijar la vista en superficies inferiores a un centímetro cuadrado. Claramente, esos motivos fueron diseñados para verlos de muy cerca, tan íntimamente como lo requería la experiencia del consumo de alucinógenos.
  • Balsas de cuero de lobo

    La balsa de cuero de lobo marino apareció en el norte de Chile en el primer milenio después de Cristo. Consistía en dos odres inflados cosidos con tendones y espinas de cactus e impermeabilizados con arcilla y aceite de lobo. Un entramado de madera brindaba una cubierta para los tripulantes. La propulsión era mediante remos de madera de doble pala plana. Ciertos ejemplares pequeños eran para una sola plaza, en cambio otros, de mayores dimensiones, podían transportar varios tripulantes y una carga más voluminosa.
    Esta escultura en andesita finamente pulida representa una balsa de grandes proporciones y amplia capacidad de carga, probablemente de la época inkaica. Dos remeros sentados, uno en el sector de proa y otro en el de popa, navegan con cuatros grandes peces colgando fuera de borda.
  • Brindando con el Inka

    Brindar y tomar bebidas alcohólicas fueron en el pasado aspectos tan inherentes a las festividades andinas como a los rituales políticos. Cuando el Inka estaba en campaña de conquista de una región, exigía a los jefes locales la sumisión pacífica y si éstos aceptaban los recompensaba regalándoles, entre otras cosas, unos vasos de madera para beber chicha. Estos vasos, denominados keros, quedaban en la comunidad como un recordatorio permanente de la relación nueva pero inalterable de ésta con el Estado.
    Se cree que los keros empotrados en las paredes de barro de las monumentales torres funerarias aymaras del altiplano chileno y boliviano, simbolizaban la alianza política pactada entre los inkas y los jefes difuntos cuyos cuerpos se hallan sepultados en el interior.
  • Bronces a la cera perdida

    Esta pieza, encontrada en Illapel, es uno de los casi 30 ejemplares de discos de bronce que se conocen de Aguada, uno de los principales desarrollos culturales del Noroeste Argentino. Representa al “Personaje de las manos vacías”, una deidad solar panandina que, con modificaciones, subsistió hasta tiempos inkaicos. Fue hecho por vaciado en molde de “cera perdida”. Primero, se hacía un modelo en cera del disco, que el artesano tallaba cuidadosamente.Luego, el modelo se encerraba en varias capas de arcilla, dejando un canal por donde se vertería el metal.
    Tras varios días de secado, el conjunto se colocaba al fuego; la cera se fundía y la arcilla se cocía. El resultado era un cuerpo cerámico hueco que, en negativo, contenía todos los detalles previamente plasmados en el modelo. Se introducía entonces el metal fundido. Luego de su solidificación, el artesano rompía el molde, encontrando el disco colado en su interior.
  • Caicai y Trentren

    Caicai y Trentren son dos serpientes de la mitología mapuche. Caicai vive en el mar y Trentren reside en la tierra. Cuenta la leyenda que cuando Caicai despertó de su sueño vio que los hombres eran unos desagradecidos por todo lo que les daba el mar. Enfurecida, golpeó el agua con su cola provocando un gran diluvio que inundó la tierra. Empavorecidos, sus habitantes huyeron para ponerse a salvo, recibiendo la ayuda de Trentren, quien ordenó a los cerros que aumentaran de altura para contrarrestar el poder de Caicai.
    La lucha prosiguió hasta que ambas se cansaron y el paisaje de Chile quedó como es ahora. Los maremotos y terremotos que asolan el territorio de tiempo en tiempo serían la manifestación de este titánico antagonismo.Esta maza estrellada decorada con una serpiente y un lagarto podría ser una representación arcaica de estos dos poderosos reptiles mitológicos.


     

  • Corazas de cuero

    Antes de las batallas, los guerreros andinos modificaban sus estados de conciencia mediante el uso de sustancias alucinógenas y se transformaban en jaguares, pumas, gatos monteses, zorros, gavilanes, serpientes y otras divinidades tutelares. Esta transformación operaba también mediante el uso de accesorios exóticos que modificaban su identidad corporal. No es que se convirtieran en animales, sino que a través de este “cambio de piel” (de envoltura, de ropa), los combatientes absorbían ciertos comportamientos y cualidades intrínsecas a los grandes predadores.
    Corazas como ésta, hechas de cuero de caimán y decoradas con recortes de piel de mono, dos animales exóticos al norte de Chile, muestra que los guerreros de la región obtenían pieles de animales desde las selvas orientales para confeccionar su indumentaria de transformación.
  • Del crisol al molde

    El crisol era el recipiente en que se recogía el mineral fundido en los hornos. Por lo general, se fabricaba con cerámica refractaria, para que resistiera temperaturas de más de 1000 °C, así como la acción química del metal caliente. Algunos tenían muescas en sus bordes a modo de vertederos o una leve curvatura para poder manipularlos con angarillas de madera. Otros modelos se caracterizaban por poseer una perforación circular en el fondo, para drenar el metal fundido sobre los moldes, controlando el vertido mediante un tapón o vástago que ocluye el agujero.
    De los moldes hacían pequeños lingotes para fabricar diversos objetos mediante laminado y martillado o alternando con recocidos para devolverle al metal su ductilidad. También manufacturaban piezas por colado del metal líquido en moldes, a través de la técnica de la “cera perdida”, que permitía la producción de objetos escultóricos tridimensionales o con elementos decorativos complejos.
    Fundición de un hacha.
  • El emblema de la mujer mapuche casada

    El ketru metawe es un jarro asimétrico modelado en forma de pato. Muchos de los ejemplares presentan alas, cola y pechos humanos. Algunos llevan una cría en el dorso. La vasija es entregada por la machi a la mujer mapuche después de las nupcias, cuando ésta, siguiendo la costumbre, abandona a su grupo para irse a vivir con la familia de su marido.
    El símbolo está basado en la conducta del pato ketru volador, un pato silvestre cuya hembra se establece en el territorio controlado por el macho, situación que es análoga a la organización de los matrimonios entre los mapuches. Al igual que el esposo mapuche, el pato macho es el protector de la hembra y de su prole. Por lo general, el ketru metawe es de uso exclusivo de la mujer casada y es empleado por ésta en ceremonias comunales de gran visibilidad, como el nguillatun.
  • El equipo para inhalar alucinógenos

    La inhalación de alucinógenos por vía nasal fue una costumbre muy arraigada en los pueblos prehispánicos del norte de Chile. El componente principal provenía de las semillas de Anadenanthera colubrina o cebil, un árbol del borde oriental de los Andes. El preparado era almacenado en cubiletes de caña o hueso, o en bolsas de cuero.
    Primero se le pulverizaba en un morterito, luego se trasvasijaba a la tableta con una cucharilla y en seguida se esparcía sobre la superficie mediante un pincel. Un extremo del tubo era introducido en uno de los orificios nasales y el otro extremo era colocado sobre los polvos de la tableta. El individuo tapaba con sus dedos la otra ventanilla de la nariz e inhalaba la sustancia psicoactiva. Seguramente, para limpiar los tubos inhaladores se utilizaban espinas de cactus. El equipo era guardado en una pequeña bolsa de lana.
  • El gorro discoidal

    El hallazgo de este tipo de tocado es muy frecuente en los cementerios del oasis de Pica. Consiste en un amplio círculo hecho con haces de fibras vegetales dispuestas en espiral y cosidas con hilos, desde cuyo centro brota un grueso manojo de fibras trenzadas y plumas de colores. Un anillo de fibras cosido al disco permitía encajar el gorro en la coronilla y un cordel pasado por debajo de la barbilla lo mantenía en posición.
    Debido a su estructura ligera y permeable, este tocado es inadecuado para las lluvias de la zona cordillerana, pero debe haber funcionado como una eficiente protección contra el inclemente sol del desierto. De hecho, es el único tocado vernáculo diseñado especialmente para brindar sombra a su usuario.
  • El Kultrún

    El kultrun es el instrumento musical por excelencia de los chamanes mapuches. Se trata de un timbal de madera hecho de un gran cuenco elaborado a partir del tronco de un árbol de poder que representa a la tierra. Cada machi lo pinta según una estructura general, pero con un diseño propio y lo toca a su manera. La superficie del cuero está surcada por líneas que dividen el mundo en cuatro partes. En su centro está el lugar donde ésta se ubica y alrededor figuran los poderes astrales que la asisten.
    El interior del kultrun contiene diversos objetos mágicos, así como la voz de la machi introducida por ésta en el momento de construcción del instrumento. El kultrun se toca cerca del oído a fin de que su rica sonoridad sature la percepción y facilite el trance.
  • El tocado Aymara

    El tocado característico de los aymaras prehispánicos que bajaban a la costa del norte de Chile era el gorro en forma de cono truncado. Se confeccionaba desde la cubierta, a partir de un pequeño disco central. Con una aguja se anillaba con tramas de fino hilo de camélido un grueso elemento estructural, constituido por varios hilados del mismo material. Las primeras vueltas de la espiral, producían el disco central. El cuerpo del gorro, hecho a veces con la combinación de tramas de diversos colores, se construía con las sucesivas evoluciones de la espiral.
    Algunos gorros conservan el cordel para sujetarlo debajo de la barbilla y penachos de plumas fijados por el interior con una espina o un nudo.

    Aquellos de un solo color identificaban a los grupos Pacajes del Titicaca y los de varios colores, a los grupos Carangas, Aullagas y Quillacas, que vivían al sur de este lago.

  • El tráfico con recuas de llamas

    El tráfico de caravanas eran los viajes que los pastores y sus llamas efectuaban una o más veces al año entre el altiplano y las zonas más bajas. Su objetivo era transportar artículos producidos en su comunidad para intercambiarlos con las comunidades agrícolas por bienes no disponibles en su medio de origen. Esta actividad requería de machos cargueros, una red de senderos troperos y rudimentarias estaciones donde había forraje, agua, leña y refugio. Generalmente, la recua comprendía hasta 50 llamas, la jornada cubría hasta 20 kilómetros y la expedición duraba entre cinco días y cuatro meses.
    La carga promedio era de 30 kilos. Iba en una talega amarrada al lomo del animal con sogas y ganchos de atalaje. La llama líder de la recua llevaba un cencerro de madera y el llamero caminaba detrás de la tropa, provisto de una honda para obligar a los animales a mantener la marcha.
    Talega con diseños listados
  • Felinos y hombres en cucharas atacameñas

    La idea de que ciertos animales poderosos pueden actuar como alter egos o dobles del hombre, tan común en los mitos indígenas contemporáneos, ha servido a menudo para interpretar la imagen de individuos acompañados de felinos en piezas precolombinas. En muchas tribus de Sudamérica estas imágenes se asocian al consumo de sustancias psicoactivas.
    Se ignora, sin embargo, el uso específico que se dio a estas cucharas de San Pedro de Atacama. Su largo, ancho y leve curvatura sugieren un uso asociado a recipientes bajos y abiertos. La escasa profundidad de sus palas las adapta mejor para movilizar líquidos o sólidos dentro de los recipientes, que para trasvasijarlos. El desgaste diferencial que presentan en uno de sus bordes indica un uso lateral.
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    Cuchara de madera del Período Medio con felino y ser humano.
  • Gente de madera

    Hasta principios del siglo XX, los mapuches utilizaban los chemamull como uno de los componentes esenciales de los ritos realizados durante el kurikawin o velorio de sus muertos. Estas enormes estatuas de madera se colocaban junto al difunto, mientras una larga lista de parientes y personalidades pronunciaba discursos alabando al muerto y recordando sus mayores logros. En la etapa final de la ceremonia, el chemamull era erigido junto a la tumba para señalar el lugar donde permanecería el cuerpo.
    Estos ritos debían realizarse siguiendo estrictamente las tradiciones, ya que un funeral descuidado podía significar que el espíritu del difunto, en vez de convertirse en un antepasado que velaba por sus deudos, fuera capturado por algún brujo y convertido en un espíritu maligno.
    Chemamulles, Cultura Mapuche.
  • Gorros para la guerra

    Entre 1000 y 1400 d.C., los enfrentamientos con mazas y otros objetos contundentes llegaron a su clímax en el norte de Chile. Como parte de la armadura los combatientes llevaban un casco hecho con una densa y sólida armazón de tablillas de madera, cubierta en espiral por un haz de fibras vegetales embarrilado con lana de camélido.
    Atado bajo el mentón con un cordel, el casco protegía la cabeza, las orejas y el cuello. Una estrecha escotadura en la parte anterior facilitaba la visión. Diseños con lanas de colores en la superficie del tocado e insignias sujetas a él, desempeñaban probablemente funciones heráldicas o de rango. Llamativos penachos de plumas servían acaso para aumentar la estatura del guerrero e intimidar al adversario.
    Casco, Complejo Pica-Tarapacá, 1000-1450 d.C. Museo Chileno de Arte Precolombino / Donación Santa Cruz-Yaconi Nº 1765 AB (foto Fernando Maldonado).
  • La balsa de tres palos

    En tumbas de la costa del sur del Perú y del norte de Chile, pero principalmente de Arica, se han encontrado decenas de miniaturas de embarcaciones pintadas con franjas rojas. Son ofrendas mortuorias de los pescadores locales de fines de la época prehispánica. Consisten en una plataforma de tres maderos unidos con cuerdas y un remo de doble pala.
    Un dibujo del siglo XVI muestra dos de estas pequeñas balsas con sus tripulantes montados a horcajadas cerca del centro de la embarcación, en una maniobra de pesca conjunta con red, denominada pesca de arrastre o “al balseo”. Su diseño sencillo y eficiente para las funciones que desempeñaba, hizo que estas balsas permanecieran en uso en caletas aisladas y centros de litoral chileno-peruano hasta muy recientemente. Incluso, todavía se les puede ver en algunas localidades de pesca tradicional del sur del Perú.
    Miniaturas de remos, Pescadores Tardíos de Arica, 1000-1535 d.C.
    Miniatura de balsa de tres palos, Pescadores Tardíos de Arica, 1000-1535 d.C.
  • La diadema de los pescadores

    Uno de los elementos que identificaba a las comunidades marítimas prehispánicas del norte de Chile era la diadema simple, un tocado confeccionado con plumas de pelícano. Este tipo de tocado aparece en cementerios situados entre Arica y el sur de Iquique, asociado a implementos de pesca, caza y recolección marina, así como a miniaturas de balsas de tres palos y a remos.
    Si esta diadema fue un emblema característico de los pescadores de la costa desértica, cabe preguntarse si éstos sintieron alguna identificación con las aves marinas que les proporcionaban las plumas con las que adornaban su frente. Después de todo, el pelícano vive de los mismos recursos que el pescador.
    Diadema de plumas de pelicano, Pescadores Tardíos Arica, 1000-1536 d.C.
  • La estólica

    La estólica o atlatl es el arma que reemplazó a la lanza como instrumento de caza y defensa personal. Es básicamente un propulsor de proyectiles. Consiste en un madero o hueso alargado provisto de un gancho en uno de sus extremos. El dardo se coloca en la superficie acanalada del instrumento, con la punta del gancho inserta en un orificio que presenta el astil en su parte posterior. Con ambos componentes sujetos en la mano, el individuo ejecuta el lanzamiento, describiendo un movimiento hacia delante, soltando el proyectil y conservando la estólica. Esta arma multiplicó la fuerza del brazo, aumentó el alcance del lanzamiento y mejoró la precisión del impacto.
    La estólica fue superada posteriormente por la invención del arco y la flecha, pero, a juzgar por su representación en la mano de importantes personajes, subsistió como símbolo de rango al igual que los sables entre los militares modernos.

    Foto 31
    Estólica de madera, costa de Tarapacá (MCHAP 2770, largo 53 cm). (Changos 2008: p. 45).

  • La flauta y los chinos

    La historia de las flautas de Chile Central comienza hace unos 2000 años en la costa del sur del Perú, cuando los músicos y artesanos de la cultura Parakas inventaron el “tubo complejo”. Este tubo se caracteriza por presentar dos o tres diámetros internos, lo que produce el sonido “rajado”, una sonoridad multifónica, disonante y vibrada que domina la estética de las flautas andinas. Esta modalidad de tubo comenzó un viaje en el tiempo, el espacio y las culturas, cuyos jalones se encuentran en Nasca, Tiwanaku, San Pedro de Atacama, Diaguita, Aconcagua y la Araucanía.
    Este tipo de tubo y su peculiar sonido sobreviven hasta la actualidad en los bailes chinos de campesinos, pescadores y mineros que viven entre Copiapó y Aconcagua. Son cofradías de danzantes-flauteros que expresan su fe a través del baile y la música en rituales comunitarios que funden las creencias indígenas prehispánicas con la religión católica.
    Flauta de piedra.
    Flauta de piedra.
    Flauta de piedra.
  • La imagen del chamán

    La figura tallada en esta tableta para alucinógenos es similar a la que aparece en esculturas de piedra de Tiwanaku, así como en tabletas y textiles encontrados en diversos cementerios de la amplia esfera de influencia de esta cultura altiplánica. Muestra a un personaje con la cabeza vuelta hacia arriba e inclinado con una rodilla en tierra. Es la representación de un chamán en la pose característica que muchos de ellos adoptan cuando están en trance bajo la influencia de sustancias psicoactivas.
    Los colmillos entrecruzados representan la transformación del chamán en un felino, animal muy asociado al uso de plantas visionarias. Su largo apéndice nasal parece destacar la vía por dónde el sujeto inhalaba el alucinógeno y la emanación que brota de su boca representaría la saliva o los vómitos que provocan esta clase de éxtasis en los individuos.
    Personaje con atributos chamánicos en túnica del Período Medio de Pulacayo, Bolivia. Foto de Fernando Maldonado publicada en libro Tiwanaku, Señores del Lago Sag rado, 2000: 87 Textil de Pulacayo, Cultura Tiwanaku, 700-1000 d.C., Museo Arte Indígena ASUR, Sucre. (Tiwanaku 2000: 87)
    Personajes con atributos chamánicos.
    Tableta para alucinógenos del Período Medio.
  • La organización social en una calabaza

    Las sociedades indígenas del norte de Chile estaban internamente organizadas según principios de dualidad y jerarquía. Había también alianzas entre los diversos grupos étnicos. Es probable que uno de estos tipos de organización se encuentre representado en este recipiente de calabaza decorado mediante técnica de pirograbado. El cuenco muestra una hilera de 12 personajes. Seis de ellos visten trajes en forma de escudo y otros cinco llevan lo que parecen ser corazas de cuero, uno de los cuales sostiene un hacha en la mano.
    El personaje restante combina prendas de ambos grupos: los escudos con el grupo de la izquierda y los tocados con el de la derecha. ¿Constituye este ordenamiento una versión iconográfica de la organización dual de las sociedades locales, o más bien, alude a una alianza interétnica como la que operaba en el área entre atacamas y chichas al arribo de los españoles en el siglo XVI?
    Calabaza pirograbada
  • La ropa entre los Diaguita

    La humedad imperante en el Norte Chico impidió que se preservaran muchos objetos arqueológicos confeccionados en materiales perecederos. Tal es el caso de las prendas. No se conoce ni una sola pieza tejida de este pueblo en todo este vasto territorio. Sin embargo, los intrincados diseños que decoran su bella cerámica multicolor parecen corresponder a patrones textiles.
    Una observación detenida de los así llamados Jarros Pato, muestra que muchos de esos diseños están también dibujados sobre el cuerpo de figuras humanas. La franja decorada que sus rostros presentan a veces en la frente parece ser un cintillo como los que usan hoy en día los líderes mapuches. La “V” debajo de la cabeza parece ser la abertura de una túnica o poncho andino y la banda pintada en su base, el refuerzo de esa abertura.
    Jarro-pato Cultura Diaguita.
    Jarro-pato Cultura Diaguita.
  • La vajilla de los inkas en las provincias

    El aríbalo, la olla con pedestal y el plato constituyeron la vajilla mínima a usar por cualquier grupo o individuo residente en las provincias que estuviese relacionado con el Imperio Inka. El aríbalo sirvió para almacenar y transportar chicha, una cerveza de maíz que era indispensable en las relaciones sociales. La olla con pedestal, a menudo provista de una tapa, sirvió para preparar guisos basados en el maíz, o bien, para recalentar comidas o conservarlas por algún tiempo.
    Aparentemente, esta pieza de la vajilla imperial funcionaba como una “olla de campaña”, asociada a los viajes o a las estadías fuera del Cusco. Por último, el plato se usó para servir pequeñas porciones individuales de alimentos sólidos o semisólidos, incluyendo carne en ciertos casos. Así, estos tres tipos de vasijas representan las actividades de almacenar chicha, cocinar alimentos y servirlos a los comensales, todas tareas que recaían en la mujer.
    Vajilla inkaica, Collacagua. Fotografía, Archivo José Berenguer, Proyecto Fondecyt 1050276
  • Las pipas de Chile Central

    Fumar en pipas fue una práctica común entre los primeros agricultores. La costumbre desapareció hacia el 400 d.C. en el Norte Grande y hacia el 1000 d.C. en el Norte Chico y Chile Central, pero todavía persiste entre las machis de la Araucanía en rituales de fertilidad de la tierra, sanación de enfermos y adivinación. Las pipas de Chile Central son de cerámica y fueron usadas para aspirar sustancias psicoactivas. Se caracterizan por su decoración grabada y su forma en “T”, con un orificio en cada extremo.
    El individuo fumaba con la ayuda de un asistente que soplaba por uno de los tubos para insuflarle profundamente el alcaloide en las vías respiratorias. Cada comunidad las confeccionaba a su propia manera. Por eso es que el hallazgo de pipas de diferentes estilos en lugares fronterizos sugiere que, además de los ritos agrícolas, fueron usadas en encuentros entre diferentes comunidades.
    Pipa en T de cerámica, Chile central. Donación Santa Cruz-Yaconi Nº 2300, 2391 y 2469.
    Pipa en T de cerámica, Chile central
    Pipa en T de cerámica, Chile central
  • Los gorros de Tiwanaku en Arica

    La gente vinculada con la cultura Tiwanaku en Arica llevaba por lo general dos tipos de tocados. Un gorro de cuatro puntas de varios colores y otro de cuatro puntas de uno o dos colores, generalmente oscuros. Los primeros eran empleados por miembros de la elite y los segundos por individuos socialmente menos connotados. Después del colapso de Tiwanaku en el altiplano, muchos de estos gorros permanecieron en uso entre los habitantes.
    En el campo inferior o en el intermedio, el gorro policromo suele presentar una línea en zigzag con motivos intercalados que recuerdan las grecas de los bajorrelieves de Tiwanaku. Cabezas de aves rapaces están dispuestas en pares yuxtapuestos y mirando hacia arriba, formando diseños escalonados que evocan a las pirámides escalonadas de ese sitio altiplánico. Las puntas del gorro representan cabezas de estas aves dirigidas hacia lo alto, las que en ciertos ejemplares incluyen las alas.
    Gorro de 4 puntas monocromo.
  • Los Turbantes

    Los turbantes del norte de Chile consistían en hilados y madejas de hilados de hasta cuatro metros de largo, que envolvían completamente la cabeza, dejando fuera únicamente parte del rostro. Por su naturaleza moldeable, el interior de estos tocados se adaptaba fácilmente a las diversas deformaciones artificiales que presentaban las cabezas de los individuos, práctica que estas comunidades aplicaban a sus miembros desde su más tierna infancia.
    Muchos turbantes presentan puntas de flechas, anzuelos y cabezales de arpón prendidos a las madejas, insinuando las actividades desarrolladas por sus dueños. Garras de aves rapaces, tubos para inhalar alucinógenos, hilados torcidos al revés, mechones de pelo humano teñido y prendedores de cobre en forma de serpientes, sugieren que algunos de estos accesorios cumplieron, más bien, funciones mágicas o rituales.
    Turbante
    Turbante
  • Masculino y femenino en las vasijas Diaguita

    Muchas de las escudillas de la cultura Diaguita presentan en sus paredes externas la representación de una cabeza de felino, probablemente un jaguar u otro felino moteado, a juzgar por los puntos pintados en la cara. En el extremo opuesto, suelen tener un apéndice a modo de cola. En cambio, se conocen muy pocos casos de cuencos con representaciones de este animal. Es el caso de esta vasija modelada, donde, a diferencia de las escudillas, el alfarero se preocupó de establecer inequívocamente que se trata de una hembra de felino.
    Tal parece que el felino por defecto era masculino y se plasmaba en escudillas y sin indicación de sexo. En los raros casos en que el felino era femenino, debía ir en un cuenco y con la vulva explícitamente indicada.
    Escudilla zoomorfa policroma, Cultura Diaguita.
    Recipiente felino Cultura Diaguita.

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