Economía
Cazaban básicamente el guanaco, cuya carne era la más preciada, pero también cuya piel constituía materia prima de vestidos, abrigos, habitación y otras necesidades. Para cazarlos utilizaban la boleadora, cercando a la presas mediante una estrategia de semicírculo, usando caballos y perros. También recolectaban vegetales comestibles y medicinales, así como mariscos en la costa. La mujer estaba a cargo de las actividades domésticas (desde buscar leña y agua hasta cocinar los alimentos), del desplazamiento y de la instalación y desinstalación del toldo. Cuidaban y criaban a los niños, preparaban los cueros y manufacturaban ciertos objetos. Ellas también eran las encargadas de la decoración de los mantos, bolsos, cinturones y naipes. Los hombres estaban encargados de cazar y fabricar las herramientas y armas, pero pasaban buena parte del tiempo comiendo, descansando y jugando.
A partir de la incorporación del caballo a su vida diaria en el siglo XVIII, se dieron importantes cambios en la economía de este pueblo. Sumaron a su dieta la carne y sangre de este animal, de preferencia la de yeguas, de manera ritual y como objeto de sacrificio. También utilizaron en el extremo norte sus tendones, huesos y pieles en la fabricación de útiles y la cubierta del toldo, reemplazando los del guanaco. La elaboración de la utilería ecuestre progresivamente se fue complejizando y generó una importante actividad artesanal. La adaptación del caballo permitió también extender el rango territorial de las cacerías y asegurar la provisión alimenticia. De mismo modo, el caballo favoreció los desplazamientos a larga distancia, permitiendo contactos inter étnicos que no siempre fueron pacíficos pero que dinamizaron el intercambio de bienes, como los tejidos mapuche de Nahuel Huapi.
En lo que se refiere al hombre blanco, su interacción se fue haciendo cada vez más estrecha, pasando desde el trueque incipiente hasta un comercio en territorios específicos, como en el sitio arqueológico Dinamarquero en Magallanes.