Durante más de 1.500 años, los alfareros atacameños crearon una variedad de vasijas de superficies rojas, grises o negras, muy bien pulidas. Botellas, cántaros, vasos, tazones y cuencos de un solo color, cuyas únicas decoraciones son el modelado de sencillos rostros humanos y el grabado de motivos geométricos.
La resistencia de una tradición cerámica
Pese a la llegada de la cerámica policroma de los poderosos estados andinos de Tiwanaku e Inka, la alfarería atacameña mantuvo la monocromía típica de sus vasijas. Era uno de sus símbolos de identidad, el que se expresaba especialmente en los ritos funerarios.