Museo Chileno de Arte Precolombino

Narraciones Indígenas > Aymara > El Cóndor y la Pastora

Estaba sentada una Imilla a la orilla de un lugar llamado chacuña, que es una especie de pirca en media luna y el lugar donde las pastoras tejen.

Mientras miraba su ganado en el bofedal, la pastora tejía para entretenerse, de repente ve que un hombre se le acerca y le dice:

—Pastorcita, ¿por qué estás tan sola, no quisieras jugar un rato para entretenernos?
—No puedo, porque estoy tejiendo, si tú quieres espera a que termine.

El hombre, que no era hombre, porque era un cóndor con figura de hombre, se puso a su lado a esperarla. La Imilla después de un largo rato termina la llijlla, que es una manta que usan las mujeres para cargar guaguas y otras cosas, y decide jugar. El hombre se puso muy contento porque la pastorcita estaba cayendo en la trampa, y le propuso jugar a cargarse para ver quién corría más distancia.

Primero es la pastora que sube al hombre en su espalda, rato después se subió el hombre sobre la espalda de la pastora, y así estuvieron jugando largo rato.

Pero el hombre no tenía buenas intenciones, porque lo que verdaderamente quería era llevársela y casarse con ella.

En medio del juego y cuando le tocó el turno a la Imilla de subirse arriba del hombre, este comenzó a correr muy rápido y cuando había alcanzado mucha velocidad el hombre se convirtió en cóndor, emprendiendo vuelo hacia las peñas más altas, donde el pájaro tenía su cueva y donde era imposible que un ser humano pudiera bajar. Solo el cóndor lo podía hacer, y volando.

Cuando la pastora estaba en el cóndor yquiña (la cueva más alta de la peña y el lugar donde habitualmente vive el cóndor), se puso muy triste porque ese no era lugar para que vivan las personas, además tenía mucho frío y no tenía qué comer, pero el miedo más grande era que el cóndor quería casarse con ella, pero ¡¡¡cómo casarse con un cóndor!!! Esta era la idea que la desesperaba, y la pastora lloraba pensando en lo lejos que estaba su familia y su comunidad, y lloraba porque nadie la podría ayudar.

El cóndor trataba de hacerse el amable y atenderla lo mejor posible, le llevaba harta comida, pero siempre era comida cruda y carne podrida. La pastorcita insistía en que le llevara mejor comida y que ella solo comía algo cocido.

El cóndor desesperado porque no encontraba alimentos para su mujer, se acerca a una viacha (terreno que se quema para renovar la paja vieja y para que después aparezcan brotes nuevos), pero no se atrevía a acercarse mucho porque le tenía terror al fuego.

Cerca de la viacha el cóndor encontró una yareta que había sido quemada hacía mucho tiempo, y entre las cenizas que quedaban revuelve un pedazo de carne que llevaba para la pastora, y decide regresar a su cueva llevando un pedazo de carne todo sucio y tiznado.

Pero mientras el cóndor estaba en la yareta quemada, la pastorcita seguía llorando, estaba en eso cuando se le acercó un pajarito, la picarrosa, que le preguntó:

—¿Por qué estás llorando linda pastorcita?
—Porque el cóndor me trajo engañada, me trajo a la fuerza y quiere casarse conmigo y yo no quiero. Quiero irme a mi comunidad y estar con mi familia— contestó la Imilla.
—Si quieres regresar yo te puedo ayudar— dijo la picarrosa.
—¡¡Pero cómo, si tú eres un pájaro tan chico!!
—De eso no te preocupes. Solo te pido que por llevarte donde tu familia me regales el bonito collar verde que tienes en el cuello.
—Trato hecho— contestó muy feliz la pastora.
—Agárrate de mi cuellito y cierra tus ojos— le dijo la picarrosa.

Y así fue como rápidamente dejaron atrás la gran peña y descendieron hasta el bofedal.

Al momento de despedirse ella le entregó el collar y esta es la razón por la cual la picarrosa tiene en su cuello un collarcito verde.

La pastorcita corrió desde el bofedal hasta su casa, donde encontró a sus padres llorando de pena. Ella les contó lo que había pasado y cómo el cóndor la había robado para casarse con ella.

El padre de la Imilla, comunero viejo e inteligente le dijo:

—Seguro que este cunture vendrá a buscarte con sus amigotes, los alcamares, pero vamos a prepararnos para corretearlos.

Entre el padre, la madre y todos los hermanos escondieron a la Imilla bajo un p’uño (cántaro grande de greda).

Al rato, como había dicho el padre, apareció el cóndor haciéndose el tontito y preguntando por la pastora.

—Qué viene a buscar aquí ladrón— dice el padre, al tiempo que le echaba un balde de agua hirviendo por la cabeza y el cogote.

El cóndor quedó muy herido, quería saber quién había ayudado a bajar a la que iba a ser su esposa, ella sola no podía haberlo hecho, eso estaba claro, algún pájaro debió haberla ayudado.

—Tengo que encontrar a ese traidor— pensaba muy enojado el cóndor.

Como él era el rey de todas las aves las llamó a una reunión urgente, a la que no faltó ningún pájaro. Cuando estuvieron todos presentes preguntó si sabían cómo había bajado su mujer desde la peña.

—No sé— contestó la Guallata.

Y también dijeron “no sé” los alcamares, las palomas, las águilas, el Puku-puku, el Kukulí, el Leke-leke, el Chictale y el Chipi-chipi.

Ninguna de las aves quiso decir quién había bajado a la pastora. Pero desde hacía rato había un pájaro chico que decía:

—Yo sé, yo sé—, pero como era tan chico nadie lo tomaba en cuenta.

Tanto molestó el pájaro chico que el cóndor lo miró y le dijo:

—¿Qué sabes tú, pájaro chico? Qué saber tú laika amachi (que significa pájaro brujo). Quién ha sido el traidor que me ha robado mi mujer.

—La picarrosa ha sido, también se hace llamar la picaflor— contestó el pájaro brujo, al tiempo que mostraba con el pico el lugar donde estaba el acusado.

El picaflor trató de huir, pero fue acorralado por todos los pájaros. El cóndor furioso se acercó al pequeño pájaro y lo sentenció:

—Tú serás comido por mí— y dicho y hecho, se lo tragó enterito.

Pero esta historia no termina aquí, porque el picaflor de tan chiquitito que era le salió por atrás al cóndor. Mientras el picaflor volaba hacia la libertad, todos los pájaros que había reunido el cóndor se reían mucho y movían sus alas de contentos.

Cuentan los abuelos que desde esa vez el picaflor o picarrosa lleva en su cuello un hermoso collar verde y también por eso tiene el cogote pelao.

Uybirmallco (Cerros que nos dan la vida)
Tradición oral aymara.
Rucio Flores M.
Julián Amaro M.
Juan Podestá A.