Museo Chileno de Arte Precolombino

Narraciones Indígenas > Atacameño > Un cuento de diablos

Lejos de un pequeño pueblo, como la mitad de Toconce, había unos sembrados en los cuales habitaban unos pocos pobladores. Estos no contaban en su zona con una iglesia a la cual ir.

Un domingo en la mañana, tres jóvenes de ese campo caminaban hacia el cercano pueblo cuando, de una vuelta del camino se encontraron con dos desconocidos.

Uno de los jóvenes preguntó a los desconocidos:
—¿A qué hora será la misa?

Uno de los desconocidos contestó:
—Será en la tarde.

Entonces los jóvenes regresaron a sus casas.

Horas más tarde los jóvenes vuelven a partir. Pero, al llegar a la misma vuelta del camino, vuelven a encontrar a los dos desconocidos los que les dicen que la misa será más tarde. Dos de los jóvenes regresan de nuevo a sus casas, pero el más joven pasa callado por el lado de los desconocidos para el pueblo. Apurando el paso alcanza a llegar a la iglesia justo al comenzar la misa. La escucha y luego paseando, recorre el pueblo. Ya es tarde cuando vuelve a su casa. Al llegar encuentra despedazados a sus dos amigos. Le da miedo, toma una bolsa con harina tostada y una chuspa con coca y huye al campo. Camina por malas partes, rocosas, sin senderos.

Ya está anocheciendo cuando encuentra una cueva, entra en ella y, sin darse cuenta, comienza a dormir sentado. En la noche cree despertar y se encuentra durmiendo en un catre. En la pieza hay también una señora. Él le dice a la señora que tiene miedo que lo encuentren dos desconocidos, la señora le dice que si llegan que se esconda detrás de ella.

Ha pasado un rato cuando llegan los hombres y empiezan a bailar afuera de la casa. Después entran en la casa y preguntan qué hay para comer. La señora les sirve una comida de lagartos. Mientras comían, conversaban que ese día habían atentado contra dos jóvenes y que los andaban trayendo como colas de caballo.

Terminan sus platos y uno de ellos pregunta a la señora qué más tiene para comer. Ella les prepara una ulpada con la harina tostada del joven y les da coca.

Cuando termina de comer, vuelven a preguntar qué más hay. La mujer les dice que no tiene nada más. Ellos le preguntan quién es el que esconde detrás de ella. La mujer dice que es su hijo y que gracias a él han comido. Al escuchar esto, los hombres que eran los dos diablos, se van.

La mujer le dice al joven que debe mirar donde bailaban los diablos, antes de irse a la cueva. El joven vuelve a quedarse dormido en el catre.

Al despertar al día siguiente se encuentra nuevamente en la cueva. Se levanta y se va a mirar al sitio donde bailaban los diablos en el sueño que tuvo. Ahí encuentra un cuchillo, lo toma y parte.

Camina lejos de la cueva, tres días seguidos. Llega así hasta una casa sola, ahí ve a unos pastores que se sirven alimentos.

Los pastores le cuentan que andan dos diablos sueltos que se comen a los animales y a las pastoras. El joven les dice que él tiene un cuchillo matasiete. Los pastores le piden que mate a los diablos y ellos le regalarán la mitad de sus tierras y de sus animales. El joven dice que bueno. Como prueba de lo que haga debe traer los cachos de los diablos.

El joven camina hasta el sitio indicado por los pastores, que era un árbol grande. El joven se sube a él. Después llegan los tres diablos, cada uno de ellos con una vaca. Los diablos las asan y se las comen. Después, sobre unas ramas, se tienden a dormir debajo del árbol.

El joven deja caer unas hojitas en la cara de un diablo. Este despierta y culpa a sus compañeros de molestarlo. Después de discutir un momento vuelven a dormir. El joven lanza una ramita a otro diablo y este también despierta y se enoja con los otros. Discuten y después vuelven a dormir. El joven lanza una ramita al tercer diablo, este despierta y pelean entre ellos. El joven se aprovecha de esto, baja del árbol y mata a los tres diablos, que estaban cansados y heridos. Les corta los cachos y vuelve con ellos donde los pastores. Los pastores cumplen su promesa y le regalan la mitad de sus tierras y de sus ganados.

Nota: La señora es la Pacha-Mama –Madre Tierra–, por eso cuando se toma o come algo, primero hay que darle un poquito a la tierra –la Pacha-Mama– para que se reproduzca y multiplique y no se terminen los víveres, el vino, la coca y todas las cosas que se lleven. Así lo hacen todos y más todavía los viejos.

Narrativa tradicional atacameña.
Hábitat. Cultura. Corpus
Domingo Gómez Parra