Museo Chileno de Arte Precolombino

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Mapa de la Audiencia de Charcas, siglo XVIII.

Hacia el encanto

En enero de 1540, en Cusco, se celebraba la despedida de Pedro de Valdivia, sus once hombres, Inés de Suárez, y los cerca de mil indios yanaconas que partían rumbo a Chile. Se dirigieron hacia el lago Titicaca, y de allí pasaron al valle de Arequipa, y cruzando hacia la costa, se encaminaron a los valles de Moquegua, Locumba, Sama y Tacna, tomando un descanso en los valles de Arica. Atravesaron la llanura desértica costera con rumbo a Tarapacá, hacia el borde occidental de la Pampa del Tamarugal, donde existían posibilidades de aprovisionamiento. El grupo expedicionario estaba conformado por cerca de 30 soldados. Su maestre de campo, Pedro Gómez de don Benito, conocía esa ruta ya que había participado de la hueste almagrista y regresado con él al Perú. Decidió esperar en Tarapacá la llegada de refuerzos. Esa permanencia también tenía el sentido de reunirse con Pedro Sancho de la Hoz, socio de la empresa de conquista. Un grupo de cerca de 80 soldados, dirigidos por Rodrigo de Quiroga y Pedro Anaúrez, se unieron a la expedición de Valdivia. Ellos provenían de una expedición de la zona de Chunchos, área de selva tropical situada en el oriente del Perú y de Bolivia. Allí también aguardó a Alonso de Monroy y sus hombres que venían de la provincia altoandina de Charcas, en la actual Bolivia. Y en un pueblo que los naturales llamaban de los caperuzones, se reunió con Francisco de Villagrán y sus soldados.

Luego de 50 días de descanso, Valdivia partió de Tarapacá con sus soldados y yanaconas. La travesía fue dura hasta los poblados de Guatacondo y Pica. Prosiguen en viaje al sur, por la ruta de las tierras bajas e intermedias, hasta alcanzar el valle de Quillagua (en el río Loa), en dirección hacia Calama y los oasis de Chiu-Chiu y San Pedro de Atacama. Sabiendo los indios de Atacama la venida del general, por aviso de los indios que llaman caperuzones, guatacondor y pica, escondieron sus alimentos y ganados. En junio de 1540, Valdivia se encontraba en el oasis de Chiu-Chiu. Desde allí, se fue junto a diez hombres a San Pedro de Atacama, para reunirse con Francisco de Aguirre que lo esperaba allí desde hacía dos meses. Aguirre había obtenido de los nativos del lugar alimentos para el grupo expedicionario, sobre todo maíz. También se enfrentó y venció a cerca de mil indígenas en el pukara de Quitor. Varios de sus caciques fueron decapitados, a consecuencia de lo cual el lugar fue nombrado como el “pueblo de las cabezas”. Mientras, en Chiu-Chiu era desbaratada una tentativa de dar muerte a Pedro de Valdivia. Aquella estaba dirigida por Sancho de la Hoz junto a cuatro españoles. Al enterarse de lo acontecido, Valdivia aplicó justicia, obligando a regresar al Perú a los españoles, sin armas y sin cabalgaduras, lo cual equivalía a una sentencia de muerte. Sancho de la Hoz fue cargado con grillos y por su voluntad firmó el término del contrato que había obligado a Valdivia a asociarse con él. Desacreditado y endeudado, no quiso volver al Perú y pidió a Valdivia continuar en la expedición, quien aceptó el trato y lo puso en libertad, sin embargo lo condenó a que siguiese la marcha sin armas, y vigilado. Desde San Pedro de Atacama, Valdivia continúo viaje al sur por Peine, Tilomonte y Tilopozo, últimas aguadas antes de entrar al gran despoblado de Atacama.

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