Hacia la incorporación
En esos mismos años, al sur del río Itata, en las provincias de Arauco, Tucapel y Purén, las agrupaciones indígenas encabezaban las acciones de guerra. La situación era de alarma. El hambre, la quema de sembradíos, las pestes y la sequía ocasionaban serios daños. Los españoles continuaban con su conquista. Al calor de la guerra, se restablecían los enclaves, fuertes y ciudades. En 1558 fue capturado el toqui Caupolicán y condenado a morir en la pica. Cuarenta años más tarde, se produce un segundo alzamiento indígena que tiene su punto máximo en la batalla de Curalaba, donde fallece el gobernador Martín García Óñez de Loyola por acción del toqui Pelantaro. Ello marcó una frontera: el río Bío Bío, el espacio que delimitaba el completo control hispano sobre un territorio; más allá, en Arauco, había un gran desafío. La llamada Guerra de Arauco, inmortalizada por Alonso de Ercilla, ponía en evidencia la precariedad del control hispano. A la vez que la frontera inauguraba un nuevo momento, donde fuertes enfrentamientos bélicos, la diplomacia, el comercio y el mestizaje, compusieron una serie de complejas relaciones fronterizas e interétnicas.
Cabe preguntarse sobre la profundidad del colapso provocado por la guerra, el hambre, el tifus, la distribución de la población en encomiendas, la movilización forzada a las minas y obrajes, por citar algunas medidas y consecuencias de la presencia ibérica. ¿Es pertinente hablar de pacificación si eran sus propios habitantes defendiendo sus tierras y familias de las múltiples maneras que tomó la invasión?
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