Museo Chileno de Arte Precolombino

Narraciones Indígenas > Aymara > El zorro y el conejo

Cuentan que un conejo siempre iba a comer a una chacra, comía tanto que la persona dueña se enojó bastante y prometió matar al conejo, para tal efecto hizo una persona de miske.

Un día, venía el conejo por el camino y llegó donde estaba la persona hecha en miske, le pidió permiso para pasar, pero como el mono no entendía, vino el conejo y le pegó un palmazo enojado porque no le daba la pasada, pero su mano quedó pegada en el miske. El conejo se puso a gritar que lo soltara, como no le hacía caso, le golpeó con la otra mano y continuó con los pies, el cuerpo y la cabeza, quedando completamente pegado; justo en ese momento venía el zorro y le dice:

—Oiga compadre, despégame. Un caballero me pidió que me casara con su hija y como me negué me tiene pegado, además prometió traerme café juntuma, con pan y turtillunde, si quieres tú quédate aquí mejor.

A lo que el zorro responde —Ya, ningún problema, yo me quedo en tu lugar—. El zorro se quedó todito pegado en el miske y al rato empieza a gritar —Jinca apánima, juntumande turtillunde— y aparece un caballero con una olla en sus manos llenita de agua hirviendo. El zorro al verlo dice: —Menos mal que viene.

Pero el caballero le echó el agua hirviendo al zorro y este empezó a gritar, hasta que salió arrancando.

A todo esto, el conejo se había ido hacia una laguna, pero el zorro siguiéndole el rastro, lo encontró y le increpa —Ahora sí te comeré— a lo que el conejo asustado exclamó —¡No, no; espérate un rato—, y como era de noche, agrega:

—Saca el queso de la laguna—; el zorro se mete al agua y no lo puede sacar porque era la luna reflejada en ella. El conejo había logrado huir nuevamente y esperaba al zorro con una piedra en sus manos; al ver al zorro acercarse le dice:

—No compadre, no me comas, espérate, agarra esta piedra y sujétala arriba de tu cabeza y yo iré a ver si está listo el cumpleaños de mi primo y si es así, iremos los dos y después si quieres me comes, pero no se te ocurra soltarla— el conejo se fue y no volvió.

El zorro pensaba —La suelto y voy a ver qué pasa— así lo hizo, y la piedra le cayó en la cabeza, dejándolo medio atontado. El zorro nuevamente se sintió burlado, y empieza nuevamente a seguirle el rastro a su presa, pero a todo esto, el conejo había pensado la nueva mentira que diría.

Justo había un pozo y se instaló al lado con una botella, haciéndola sonar muy fuerte como si fuese una guerra, cuando el zorro llegó hasta el lugar se puso a gritar muy fuerte —¡Te voy a comer!— y el conejo replica implorando:

—No me comas compadrito— agregando —Escucha, parece que alguien viene a matarnos, mejor metámonos rápido al pozo, tu primero y yo después.
Inmediatamente se mete el zorro al pozo y cae a la profundidad, a lo que el conejo le grita desde arriba.

—¡Muérete!, compadre— y empezó a tirarle piedras hasta matarlo. El conejo se fue muy alegre y bailando por haber muerto al abusivo de su compadre el zorro.

Uybirmallco (Cerros que nos dan la vida)
Tradición oral aymara.
Rucio Flores M.
Julián Amaro M.
Juan Podestá A
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